domingo, 18 de octubre de 2015

Inventos

El reloj digital.
El primero, de la empresa estadounidense Hamilton, aparecio en 1970 con la particularidad de que sólo se veía la hora al presionar un botón que encendía unas lucecitas rojas sobre la pantalla negra. La
primera hora que marcó fue las 12:01 y su precio era prohibitivo: 1.500 dólares. A partir de ese momento, los japoneses empezaron a trabajar en nuevos proyectos como indicadores de hora con aguas tradicionales o números digitales, cronómetro, etc. Y los precios bajaron hasta los 10 dólares.

El purificador de agua.
Hace 4.000 años, en el valle del Indo ya filtraban el agua haciéndola pasar a través de grava y arena y, medio siglo más tarde, los egipcios recurrieron al alumbre para librar el agua de impurezas.

La transfusión de sangre.
Fue idea del famoso médico, filósofo y escritor de ciencia ficción ruso Alexander Bogdanov, pero su objetivo no era el de salvar vidas, sino lograr la fuente de la eterna juventud. Finalmente, murió en 1928, después de transfundirse sangre de una joven estudiante afectada de malaria y tuberculosis.

El orinal.
La clásica bacinilla ya era un utensilio doméstico en el antiguo egipcio y así siguió siendo en el imperio romano, cuando el pueblo hacía sus necesidades en una pieza de bronce y, los más pudientes, en bacines de plata (se cuenta que el emperador Heliogábalo, en el siglo III, solía «disfrutar» de uno de oro macizo rodeado por las flores de su jardín). En el siglo XVII, empezaron a fabricarse de gres o porcelana y siguieron siendo de gran utilidad hasta la invención del váter.

El bolero.
Esta chaquetilla de mujer, que se presenta tanto en manga corta como larga sin llegar a la cintura, se puso de moda en Francia durante el reinado del emperador Napoleón III gracias a su esposa, la española Eugenia de Montijo, más conocida como la emperatriz de la moda. La ideó para ella el modisto Charles Worth, en un intento de halagarla.

El cenicero copenhaguen.
En 1966, André Ricard observó que todos los ceniceros de la época eran planos, así que se puso manos a la obra e ideó uno más profundo -para evitar que la ceniza se esparciera por todas partes- y con una columna central, ideal para apagar las colillas.

El carajillo.
La primera vez que se mezcló el café con el alcohol fue en Marsella, en el siglo XVII, donde se combinó con ron. La nueva bebida no tuvo nombre hasta 200 años más tarde. En la Guerra de Cuba, los soldados españoles solían tomar café con brandy para reunir el «corajillo» suficiente para entrar en batalla. Esta denominación evolucionó hasta la de carajillo.

La manguera.
Aunque hace miles de años ya se conectaban cañas para transportar agua, la goma no se aplicó al riego hasta 1835. Este objeto tuvo una excelente acogida y, en pocos años, desbancó a la regadera. En 1914, se fabricó la primera manguera con goma sintética de manera que se volvieron más flexibles y cómodas de usar.

El «santo» tostador.
Galeno Dively III, un comerciante de 45 años residente en Vermont (EEUU), se quedó patidifuso al saber que una mujer subastaba un sándwich de queso a la plancha con la imagen de la Virgen María. Y pensó que, cualquier devoto que quisiese uno, debería tenerlo. Así nació su singular tostador, que «imprime» a la santa en el pan.

Las «neules».
Se trata de uno de los dulces catalanes más típicos de la Navidad. Dicen que las inventó una monja enrollando una hostia (antiguamente medían 15 centímetros) que, con el tiempo, se fue mejorando para hacerla crujiente. Ya en la Edad Media, las llamadas «nebulas» eran una esquisitez. No en vano, el rey Jaume I, en el año 1267, pagó una fortuna por un centenar para sus amigos y para él.

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