martes, 13 de enero de 2015

Personajes

Mickey Rooney.


En cierta ocasión, el actor estadounidense Mickey Rooney, nacido en 1920 y famoso por sus varios matrimonios y sus numerosas aventuras amorosas, dijo: «Estoy confuso. He tenido tantas esposas y tantos niños que no sé a qué casa tengo que ir en Navidad».








Anthelme Brillat-Savarin


La hermana del gastrónomo y escritor francés (1755-1826) falleció a los 99 años, después de darse un atracón. Cuando tuvo constancia de que la congestión se le venía encima, le gritó a su camarera: «¡Date prisa, que me queda poco tiempo! ¡Tráeme corriendo los postres!».







Victor Fleming. 


El director cinematográfico se encontraba en el estado de Florida para filmar algunas escenas naturales para la película «El despertar», estrenada en 1946. Como pasaban los días y no se recibían noticias suyas, le llegó un telegrama desde su estudio en el que se le conminaba a agilizar el rodaje. Fleming les contestó por la misma vía: «Sentaos y leedle el guión y vuestro telegrama al ciervo. Aseguraos de que en el futuro lo haga mejor».





Will Rogers.


Tras protagonizar «La feria de la vida» (1933) con un cerdo ganador de diversos concursos, la 20th Century Fox le propuso al actor que comprase el gorrino. Así podría llevarlo a su rancho e, incluso, sacarle unas buenas chuletas. Rogers se quedó un rato en silencio y, finalmente, replicó: «¡Qué asco!¡No me parece bien comerme a un compañero de rodaje!».





Albert Schweitzer.


En un viaje en tren, se le acercaron unas damas creyendo que era Einstein. «Desgraciadamente, no lo soy -replicó él-. Aunque puedo entender su error porque llevamos el mismo corte de pelo». Las mujeres se quedaron mudas y Schweitzer continuó: «De todas formas, como es un viejo amigo mío, ¿les gustaría que les diera su autógrafo?». Sacó un trozo de papel de su bolsillo y escribió: «Albert Einstein, por mediación de su amigo Albert Schweitzer», y se lo dio a las desconcertadas señoras.




Bette Davis.



Acudió a un homenaje del Ayuntamiento de Nueva York y allí, un niño de 8 años le regaló el mejor cumplido de su vida al decirle: «¡Señora Davis, cuando crezca quiero ser como usted!».







John Ford.


Durante el rodaje de «Fort Apache» (1948) en Monument Valley, el director confiaba tanto en los indios de la zona que cada día, sin falta, consultaba al hechicero local para saber qué tiempo haría. Las predicciones eran correctas y Ford se acostumbró tanto a ellas que puso el grito en el cielo el primer día que le faltaron. «¿Por qué no las tengo?», preguntó, enfadado. A lo que uno de los indios que trabajaban en el filme replicó: «Es que la radio del hechicero se ha roto».




Marcel Proust.


En una recepción, se le acercó un matrimonio y ella le pidió un autógrafo. El escritor francés se quedó un instante indeciso, sin saber qué escribir. Y el marido, tratando de ayudar, le dijo: «Ponga lo primero que se le ocurra, querido amigo; cualquier cosa menos un  pensamiento profundo. Es para mi esposa».






Ava Gardner.


Tras prepararle un cóctel a su pianista y amigo Paco Miranda, la actriz se puso una bata ligera y ambos se tumbaron en la cama. Ava lo miró y le dijo: «¿No te gusto, Paco?». «Sí, claro. Eres mi hermana, te adoro». «¿Cómo que una hermana?». «Sí, mira. Es que tú y yo tenemos los mismos gustos: Gregory Peck, Clark Gable...».







Carl Laemmle.


Al poco de nacer la Universal Pictures, empezó a recibir denuncias por infringir los derechos de patentes. Y comenzaron los juicios. Tras el primero, en Nueva York, Laemmle -que estaba fuera, en viaje de negocios- recibió un telegrama de su abogado que decía: «La Justicia ha triunfado». El magnate contestó a toda prisa: «Apele de inmediato».






Jean Jaurès. 


 Los encontronazos del líder socialista francés (1859-1914) con su homólogo republicano, Alexandre Ribot, eran poco menos que un clásico. Un día, y aludiendo a la gran envergadura política, pero también física, de su rival, Jaurès le dijo: «Eres grande como el ciprés, pero estéril como él». A lo que Ribot, sin inmutarse, le espetó: «Tú, por el contrario, eres fecundo como la encina... Pero repara en quiénes se alimentan de tus frutos».




  
Theda Bara.



 Cierto día, la actriz recibió esta curiosa petición de un admirador de Shangai: «Honorable señora Bara: por favor, envíeme por correo su honorable retrato tan pronto como pueda y tan honorablemente desnuda como le sea posible».







Igor Stravinsky.



 En los años 50, el Festival de Valencia le encargó componer una pieza original para inaugurar una de sus galas. Y les sorprendió lo breve de la misma: sólo 15 minutos. Tras una larga y tediosa charla de los organizadores sobre la necesidad de alargar el tema, Stravinsky les ofreció una curiosa alternativa «Si les parece corta, que la toquen dos veces».






Tullulah Banhkead.



 Odiaba que la revista «Time» pusiese su edad al lado de su nombre cada vez que hablaba de ella. Y un día, mientras se quejaba de ello a su amigo columnista Irving Hoffman, le preguntó: «Querido, no aparento 40, ¿verdad?». «No, ya no», concluyó él, en un ataque de sinceridad.







George W. Bush.



 En el 2002, siendo presidente de los Estados Unidos, Bush se puso nervioso viendo un partido de fútbol americano que se atragantó con una patata frita y perdió el conocimiento. El «London Daily Telegragh» publicó un editorial diciendo de él que el incidente lo convertía en un auténtico hombre de pueblo. «Es el tipo de accidentes que sufre Hommer Simpson cada noche», concluía el escrito.

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