martes, 5 de marzo de 2013

Personajes

Bernard Shaw.




En su juventud, el dramaturgo irlandés solía pronunciar discursos en el «Speaker's Corner» de Hyde Park subido en un tonel. Un día, en pleno fragor dialéctico, la tapa cedió y Shaw cayó dentro. Al segundo, comentó: «La fuerza de mis argumentos es tan grande que acaba siempre por arrastrarme».






Pedro Antonio Villahermosa.




El famoso caricaturista (1869-1945), más conocido como Sileno, solía comprarle el diario cada noche a una anciana que tenía quiosco. En cierta ocasión en que se quedó sin monedas y la mujer sin cambio, el le dijo: «Lléveselo igualmente, señorito. Ya me lo pagará usted mañana». «¿Y si me muriese esta noche?», le dijo Sileno, en tono jocoso. «Pues no perdería gran cosa...», replicó la señora, suponemos que aludiendo a la minucia económica de la que se trataba.


John Jacob Astor IV.




El propietario del hotel Waldorf-Astoria de Nueva York a principios del siglo XX era uno de los pasajeros que viajaban en el «Titanic» cuando el barco comenzó a naufragar. Cuenta la leyenda que, tras saber que habían chocado contra un iceberg, exclamó: «Había pedido hielo, pero se han pasado».





Alejandro Lerroux.




El político comentaba con sus colegas la fidelidad de cierto correligionario que no le inspiraba la menor confianza. «Crea usted, don Alejandro, que ese hombre se echaría al agua por salvarle», le aseguraban. Lerroux se quedó pensativo y comentó: «Ya, ya. Pero como yo no me baño más que en casa...».





Vaslav Nijinski.




El gran bailarín nacido en Kiev no sólo era admirado por el público y la crítica, sino también por sus colegas de profesión debido a sus prodigiosos e inimitables saltos. Un día, un amigo que le había estado viendo en un ensayo le preguntó: «¿Como logras eso?». «Muy sencillo -replicó él-. Basta con dar un salto y quedarse parado un momento en el aire».





Abel Hermant.





Cuentan del dramaturgo francés que estaba impaciente por dejar de escuchar a un joven escritor que le decía: «Yo soy muy tímido. con frecuencia, en un salón, no me atrevo a decir ni una palabra...». «Hace usted bien -contestó Hermant, harto de explicaciones que nunca pidió-. Es preferible guardar silencio, aun a riesgo de que sospechen que uno es tonto, que hablar y dejar a la gente claro que, efectivamente, se es».

Ramón María del Valle-Inclán.





En una acalorada discusión en un café, el escritor (1866-1936) llamó «pedazo de bruto» a un señor que defendía con vehemencia el teatro de José de Echegaray, que a él le parecía infame. Al sentirse insultado, el hombre le gritó a Valle-Inclán: «¡Retire usted esas palabras!». Y el escritor, tocándose la barba, replicó: «Retiro solamente lo de "pedazo"».



Joan Crawford.





La veterana actriz y su archienemiga Bette Davis tuvieron peleas legendarias en el plató mientras rodaban «¿Qué fue de Baby Jane?» (1962). Hablando sobre esa relación, Crawford dijo: «Bette y yo trabajamos diferente. Bette chilla y yo tejo. La última vez que discutimos, mientras vociferaba, ¡hice una bufanda que llegaba hasta Malibú!».





Guillermo Cabrera Infante.





En cierta ocasión, mientras reflexionaba sobre su orígenes en una entrevista, el escritor cubano, nacido en 1929, le confesó a su interlocutor: «Lo malo de ser cubano es que, en cuanto uno habla en serio, suena a la letra de un bolero conocido».





Voltaire.





Se llevaba fatal con otro dramaturgo, Pirón. Tanto que, después del estreno de una obra suya que había resultado un fiasco, se encontró con él y, a regañadientes, le preguntó: «¿Qué me decís de mi nueva obra, Pirón?». «Que a buen seguro desearíais que fuese mía», replicó el otro, con una media sonrisa.




Manuel Bueno. 





Estando el escritor en un hotel de provincias junto a su amigo Enrique García Álvarez, se ausentó un instante. En ese momento se acercó un hombre a su mesa y le preguntó: «¿Es usted Bueno?». «¿Yo? -inquirió García Álvarez-. Un pedazo de pan, pero el señor al que quiere usted ver acaba de irse».





Jacinto Benavente.




Fue a dar un paseo por la madrileña calle de Alcalá y, a su paso, se levantaron varios actores que estaban sentados en una terraza tomando café. Benavente los fue saludando uno a uno hasta que llegó a un jovencito que le extendió tímidamente la mano diciéndole: «Don Jacinto, ¿no quiere saludarme? Soy el que hizo un papelito en "Campo de armiño"». «¡Pues claro que sí! -replicó el escritor, en tono afectuoso-. Ya saben todos que no soy rencoroso».

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