miércoles, 7 de noviembre de 2012

Personajes del Mundo


Samuel Goldwyn.
El productor de cine llegó a su oficina una mañana y se encontró en su mesa una copia del libro «The Making of Yesterday: los diarios de Raoul de Roussy de Sales, 1938-1942», que alguien había sugerido como posible adaptación cinematográfica. Goldwyn lo examinó y exclamó: «¡Cuánto me gusta! ¡El niño sólo tiene 4 años y ya ha escrito un diario!».



 
Jimmy Carter.
Unas Navidades, el presidente fue a Aspen con su familia, invitados a la lujosisima mansión de un príncipe árabe. En el desayuno, Jeremy, su nieto pequeño, le miró y le preguntó: «¿Vas a morirte algún día?», Y Carter respondió: «Sí, Jeremy, todo el mundo se muere». Al ver que el pequeño se quedaba callado, Carter le dijo: «¿Por qué me lo preguntas?», Y el niño respondió: «Cuando te mueras, ¿podremos seguir viniendo a casa del príncipe Bandar?».



 
Thomas Alva Edison.
Una señora le preguntó al científico con retintín: «¿Es usted el que ha inventado esa máquina que habla?». Edison respondió: «No, señora. La primera máquina parlante la sacó Dios de una de las costillas de Adán. Yo he inventado una máquina que uno puede parar cuando ya se ha cansado de oírla».



 

George Bryan Brummel.
Era un hombre extremadamente coqueto y le encantaba llamar la atención con frases extrañas, como cuando se cayó y se hizo daño en una pierna. «Y lo peor -contaba, en tono afectado- es que he estado a punto de hacerme daño en mi pierna favorita». «¿No son las dos iguales?», le preguntaron. «No; todo lo mío son piezas únicas y cualquier parte que se me estropee es una pérdida irreparable».







 
Aristide Briand.
Su colega Caillaux y él eran enemigos políticos declarados. Consciente de ello, el presidente Painlevé les citó a la vez y les dijo: «Les ruego que se dejen de rencores, se estrechan las manos y se pongan a colaborar». Parecía que habían firmado la paz, hasta que Caillaux se despidió de su nuevo «amigo»: «Le deseo todo lo mismo que me desea usted a mi». A lo que Briand replicó: «¿Ya empezamos otra vez? ¿Es que nunca sabrá usted callar los malos pensamientos?».


 

André Citroën.
Mostrándoles a un grupo de clientes la fábrica de Citroën, el fundador le contó que una vez habían construido un coche en 23 minutos. Y uno de los que estaban allí gritó: «¡Es el mío, seguro!».


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