domingo, 10 de febrero de 2013

El porqué de las cosas...

¿Por qué la ropa de hombre y de mujer se abotona en sentido contrario?
En efecto, se trate de camisas, batas o chaquetas, los botones de la ropa masculina van cosidos al lado derecho, y los de la ropa femenina, al izquierdo. El origen y sentido de este remoto «sexismo indumentario» han despertado la curiosidad de muchos y se han aventurado diversas hipótesis. De entre ellas, las que más verosímiles parecen, y más apoyos reúnen, son dos explicaciones complementarias, vinculadas respectivamente con la ropa del hombre y la de la mujer: la espada y la lactancia. Según la primera, cuando el uso del botón empezó a generalizarse, a lo largo del siglo XIII, la vestimenta del hombre incluía la espada como accesorio fundamental. Esta no era sólo un signo estético y de distinción, sino que de su fácil acceso dependía la vida de quien la portaba. Pues bien, la espada se colocaba siempre, salvo que su dueño fuera zurdo, al lado izquierdo. De ahí que, para desembarazarse de la ropa que podía cubrirla, fuera preciso coser los botones en el lado derecho, de modo que pudieran ser desabrochados con la mano izquierda al tiempo que la derecha tomaba el arma sin estorbo, dando rápida respuesta a un posible ataque inesperado. La segunda explicación alude a otro rasgo distintivo del sexo, en este caso el femenino, pues ¿existe algo más vinculado a la mujer que la lactancia? Según esta hipótesis, dado que el bebé se solía llevar en el brazo izquierdo, los botones de las prendas femeninas empezaron a coserse en el lado izquierdo para facilitar el desabrocharse con la mano derecha.

¿Por qué el aceite se calienta más que el agua?
Los guerreros medievales lo podían comprobar en sus propias carnes: si cuando asaltaban un castillo lo que les arrojaban los defensores desde las almenas eran cubos de aceite hirviendo, su integridad física corría mucho más peligro que si el líquido arrojado fuese agua.... La razón de esta diferencia es el diferente punto de ebullición de cada sustancia, es decir, la temperatura a la que una sustancia cambia de líquido a gas. Esto es así porque, una vez alcanzado ese punto, la energía térmica ya no se emplea para seguir calentando el líquido en cuestión, sino para convertirlo en gas. Pues bien, mientras hierve a 100º C y, a partir, en lugar de calentarse, se convierte en vapor, el aceite continúa calentándose hasta superar los 200º C. Por cierto, la situación para el asaltante medieval siempre podía ser peor: el hierro, por ejemplo, alcanza su punto de ebullición a los 2.750º C.

¿Por qué una bala gira al ser disparada?
La respuesta inmediata es que las balas giran porque los cañones de las armas que las disparan han sido diseñados con ranuras en espiral precisamente para que los gases de la explosión circulen por ellos imprimiendo el giro deseado a la bala. Pero ¿Por qué se han diseñado los cañones con este fin? Para entender la necesidad del giro de rotación de la bala hay que pensar en los requisitos que debe reunir la bala para cumplir su función, que son alcanzar el blanco con la mayor velocidad, fuerza y precisión posibles. Las primeras balas eran redondas bolas de plomo. Tenían suficiente precisión, pero su forma esférica les hacía perder velocidad por el rozamiento con el aire. Luego las balas cilíndricas, y se ganó en velocidad, pero se perdió en precisión. En efecto, la aerodinámica forma cilindroconoidal mantenía muy bien la velocidad de vuelo, pero al tener la bala una forma alargada cualquier pequeña irregularidad en su superficie era susceptible de atrapar aire, generar un desequilibrio y hacer que su morro no apuntase hacia delante, lo que provocaba una disminución de su precisión, o experimentase una leve resistencia, con lo que disminuía su alcance. La solución fue el giro que motiva esta respuesta: si la bala gira adecuadamente alrededor de su eje mientras vuela, el efecto de las imperfecciones se reduce y no se ven perjudicadas ni la velocidad y ni la precisión del tiro. Las balas que giran vuelan más lejos y son más certeras. En cuanto a la velocidad, esta ha aumentado tanto que las balas están recubiertas de cobre porque el plomo se derretiría por la fricción con el aire.

¿Por qué no se electrocutan los pájaros al posarse sobre un cable eléctrico?
Si queremos entender este aparente prodigio debemos conocer el comportamiento de los electrones que forman la corriente eléctrica. Para que la corriente circule entre dos puntos debe existir entre ellos una diferencia, la intensidad con que la corriente circule dependerá de la magnitud de esa diferencia de potencial, así como de los obstáculos -la «resistencia»- que haya por el camino. Fijémonos ahora en el «carácter» de los electrones, que son los que realizan el viaje entre los puntos. Si los electrones se topan con una bifurcación del cable y los dos caminos posibles son igualmente transitables, la mitad de los electrones escogerá un camino y la otra mitad se irá por el otro. Ahora bien, si en el cruce de caminos, uno está libre y expedito y el otro lleno de obstáculos  los electrones no dudarán un instante en escoger la primera opción. Pues bien, en el caso que nos ocupa, si los pajarillos no se fríen al posarse en los cables es porque, por un lado, los puntos sobre los que están apoyadas sus patitas están tan próximos que la diferencia de potencial entre ellos es ínfima; y por otro lado porque la resistencia a la conducción de su cuerpo es mucho mayor que la que ofrece ese minúsculos trozo de cable, constituido por unos hilos de cobre o de otro metal perfectamente conductores. Por ello los electrones -es decir, la corriente eléctrica- optarán por circular por el cable y apenas una minúscula parte de ellos se desviarán por el cuerpo del pájaro, que no notará ningún efecto. El problema para el pájaro surgiría en el caso de que hiciera de conductor entre un cable y otro cable o si rozase la sujeción del poste a tierra, pues entonces los electrones no tendrían elección para llegar al otro lado del pájaro y pasarían a través de él, electrocutándolo. 

¿Por qué truenan los dedos?
La humanidad puede dividirse entre aquellos que suelen tronarse los dedos y aquellos a los que les resulta insoportable no sólo realizar esta práctica, sino presenciarla en los demás. Pero al margen de filias y fobias, lo cierto es que tronarse los dedos proporciona beneficios y también algún problema. entre los primeros cabe mencionar el hecho de que, después de tronar los dedos, se produce un aumento en la movilidad de sus articulaciones. Por eso a veces se vincula esta acción a la inmediata preparación para un uso virtuoso de los dedos se estimulan una serie de terminaciones nerviosas que hacen que los músculos alrededor de la articulación se relajen. En cuanto a problemas, no parece que tronarse los dedos tenga ningún efecto negativo en las articulaciones ni favorezca el desarrollo de la artritis, pero si se realiza con demasiada frecuencia, tronarse los dedos sí puede debilitar levemente su fuerza de sujeción. Y llegando a la respuesta, si los dedos truenan al forzar los puntos de unión de dos o más huesos próximos -pues no solo pueden tronar las articulaciones de los dedos, sino también las de rodillas, codos, vértebras... -es porque todas la articulaciones están rodeadas por un líquido espeso y claro llamado «tejido sinovial», en cuyo interior hay varios gases disueltos que forman burbujas. Pues bien: al forzar los dedos al doblarse, lo que hacemos es estirar la cápsula que rodea el tejido sinovial, que hace estallar las burbujas de gas produciendo el particular sonido. Ha de pasar una media hora antes de que dentro del fluido sinovial se hayan formado nuevas burbujas y los dedos puedan volver a tronar.

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