Jean de la Fontaine.
El escritor francés fue muy infeliz en su matrimonio. Se separaron cuando el hijo de ambos tenía 4 años, y La Fontaine no volvió a verlo hasta muchos años después, en París. Cuando le dijeron al muchacho que aquel era su padre, el joven exclamó: «¡Ah!¡Ya decía yo que le había visto en alguna parte!».
El escritor francés fue muy infeliz en su matrimonio. Se separaron cuando el hijo de ambos tenía 4 años, y La Fontaine no volvió a verlo hasta muchos años después, en París. Cuando le dijeron al muchacho que aquel era su padre, el joven exclamó: «¡Ah!¡Ya decía yo que le había visto en alguna parte!».
James Caan.
Siendo un crío, su padre le dijo que irían a visitar a Andrew, su padrino. «Llegamos a una especie de campamento. Jugué a fútbol, a ping pong, comimos con reyes...Fue el mejor día de mi vida -recuerda el actor- y quise quedarme a dormir, pero mi padre se negó en rotundo. Luego supe que no era un campamento, sino una prisión federal».
Billy Graham.

El mediático reverendo evangelista (1918-2002) fue a predicar a una modesta población, pero antes quiso ir a Correos. Tras preguntarle a un muchacho por la oficina más cercana, lo invitó a su sermón: «Si vienes a la iglesia baptista, podrás oírme contar a todo el mundo cómo llegar al cielo». «No creo que vaya -respondió el joven-. Después de todo, usted ni siquiera sabía cómo llegar a la oficina de correos...».
Stravinsky.
Al nacionalizarse estadounidense, el funcionario era incapaz de escribir su nombre. «Stra-vins-ky», repetía el ruso. «Ya está -replicó el burócrata-. Y sepa que la ley le ampara si quiere cambiar de apellido».
Hug Laurie.
Al recoger un Globo de Oro por su papel en «House», inició su discurso diciendo: «He elaborado una lista de las personas que merecen mi agradecimiento público. Son 162. ¿Preparados?». Tras una sonora carcajada del público. Laurie continuó: «Como sabía que sería imposible, escribí los 162 nombres en papelitos y me limitaré a sacar tres al azar». Sacudió el bolsillo de su pantalón a modo de bombo de loteria y dijo: «¡Quiero dar las gracias al supervisor de guiones Ira Horwitz!» (aplausos). «¡Y agradecer su magnifica labor a la peluquera Diana Acrey!» (más aplausos). «Y también a mi gente, Christian Hodell» (nuevos aplausos). «Eh, un momento: ésta no es mi letra. ¡Vaya, Chris, qué bien te lo has montado!».
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