La atmósfera de Venus contiene 30.000 veces más dióxido de carbono que la Tierra.
Según De la Mettrie, médico y autor del ensayo El hombre máquina (1748), el ser humano debe gozar de los placeres carnales y disfrutar de la repostería trufada hasta la saciedad. Llevada a la práctica su teoría, De la Mettrie no pudo resistir el empacho: enfermó y falleció.
Los habitantes de algunos poblados galos acostumbraban a coser todos los orificios corporales del finado para que su espíritu no se escapara.
Para tratar las varices y la disentería que padecía el monarca inglés Eduardo I, su médico le recetó un costosísimo preparado a base de perlas, almizcle, oro, plata, azúcar de rosas, resinas exóticas y pasta de ámbar gris. Tras varios años de tratamiento sin notar alguna mejoría alguna, el rey se negó a pagar la factura.
Las esposas infieles de los sultanes turcos eran metidas en sacos con piedras y arrojadas al vacío desde los muros del palacio.
Se dice que Felipe II el Prudente, rey de España, murió en 1598 de ptiriasis, o sea, una invasión excesiva de ¡piojos!
Cleopatra se caso con dos de sus hermanos y fue amante de César y Marco Antonio.
Los europeos del Medievo empleaban sosa o potasa hervida para lavarse la cabeza.
En el siglo XIII, el inventor y fraile franciscano inglés Roger Bacon pudo haber fabricado telescopios y microscopios 400 años antes de que estos fueran inventados oficialmente, según revela un manuscrito hallado en 1912.
Para componer sus famosas tragedias patéticas, el poeta francés Próspero Crebillon (1674-1762) necesitaba tener cuervos a su lado.
Aristóteles era tachado por su coetános de vanidoso: vestía ropas costosas y elegantes y le gustaba adornarse de anillos.
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