martes, 4 de diciembre de 2012

Personajes

Groucho Marx. 


«Mis hermanos y yo viajamos en tren con billete infantil hasta que fuimos veinteañeros porque se pagaba la mitad. Minnie (su madre), siempre le decía al revisor que teniamos 13 años». Un día el revisor le reprochó, indignado: «Señora, uno de sus "niños" está fumando en el vagón restaurante y el otro, afeitándose en el baño de caballeros». Minnie puso cara triste y replicó: «¡Estos hijos míos crecen tan deprisa!».



Santiago Rusiñol. 




«¡Usted no sabe lo que es la salida del sol!», le recriminaban al polifacético artista, debido a sus hábitos nocturnos. «¡No diga bobadas, hombre! -contestó él, ofendido-. Yo veo salir el sol a menudo, poco antes de irme a la cama».







Ewan McGregor. 




Sus padres suelen ver sus películas acompañados por un nutrido grupo de amigos. Pero, tras rodar «The pillow book», una historia en la que salía desnudo, Ewan le pidió a sus padres que no llevasen invitados a ese estreno en particular. Unos días después, recibió una nota de sus padres felicitándolo por su actuación. Como posdata, su padre escribió: «Me alegra ver que has heredado uno de mis mayores bienes».



Franz Liszt. 



En los últimos años de su vida, vistió hábito de, aunque no llegó a ordenarse como sacerdote. A pesar de sus ropas, seguía admirando la belleza femenina. Tanto es así que, en una fiesta mundana, no pudo evitar admirar muy de cerca los hombros y la espalda de una joven dama. «Pero, ¡señor abate!», exclamó ella. «Sois un ángel, señora. Estaba observando si os empezaban a salir las alas».




Ernest Renan. 



El filósofo y escritor francés daba una conferencia cuando se percató de que un personaje de la primera fila se estaba durmiendo. «¡Oiga! ¡Oiga! -le gritó Renan- Siento no ser capaz de interesarle, pero no se preocupe. Dentro de 10 minutos termino». El dormilón, muy tranquilo, le contestó: «¿Y cree que habrá dejado de llover dentro de 10 minutos? Porque si sigue lloviendo, mejor nos quedamos aquí, ¿no?».


Isabel II. 



En una audiencia, y a sabiendas de que el famoso torero lagartijo no era muy hábil en las conversaciones, la Reina se anticipó y le preguntó: «Y bien, como está?». Sin pensar con quién hablaba, replicó: «Pues, bien comío, bien bebío...y bien jodío».







Juan Eugenio de Hartzenbush. 



A la salida de una tertulia, el dramaturgo madrileño, un hombre enjuto y muy poquita cosa, se equivocó de sombrero y cogió el del corpulento Adelardo López de Ayala. Sus colegas se morían de la risa al ver que le llegaba hasta el cuello. De pronto, se oyó la socarrona voz de lópez de Ayala: «Don Eugenio, que tengo mucha más cabeza que usted». A lo que el ocurrente Hartzenbush replicó: «Don Adelardo, lo que usted tiene es más sombrero».



Toscanini. 



El famoso director de orquesta italiano increpó a una cantante y ésta, dolida, se le encaró diciéndole: «Sepa, maestro, que en Nueva York yo soy la estrella». Toscanini, que no tenía pelos en la lengua, le replicó: «Mire usted, las estrellas están en el cielo; en el teatro sólo estamos los músicos y los cantantes, unos buenos y otros malos; le recomiendo qué se esfuerce en pertenecer al primer grupo y abandonar en cuanto pueda el segundo».



Maurice Chevalier. 




El cantante francés definió la galantería con estas palabras: «Es galante aquel hombre capaz de explicar toda la gracia y belleza de una mujer con las manos en la espalda».

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