Fumar es un hábito perjudicial, también lo es beber alcohol si no se hace con extrema moderación. Igualmente es peligroso engancharse a las máquinas tragaperras, al bingo, o a las drogas. Pero poco se ha escrito de los riesgos que conlleva comer sofás, pastillas de jabón, papel higiénico… ¿dónde queda toda esa gente? Pues, de momento, han encontrado un hueco en el programa My strange addiction y, secundariamente, en el blog del becario. Ahora, juntos, recopilamos los diez casos más llamativos que han pasado por ese programa de extrañas adicciones.
Comer papel higiénico
Reservamos el primer puesto a Kesha, porque ella fue quien abrió la veda, ella fue nuestra primera protagonista. En enero, esta mujer que entonces tenía 34 años, confesaba que era adicta a comer papel higiénico. Lleva rollos en el coche para ir picoteando y en su armario es un producto que nunca falta, como el agua. Allá donde va, papel que lleva: cuando se acuesta, cuando se va al cine a ver una película, cuando queda con alguien… es obvio que muy sano no es.
Comer jabón
Seguramente también os suena la historia de Tempesst Henderson, esa adolescente de 19 años que devoraba de forma compulsiva pastillas de jabón y detergente. A ritmo de cinco pastillas por semana, Tempestt se dedica a lamer las burbujas de jabón en la ducha y asegura que se siente más limpia. Los médicos, sin embargo, no comparten su teoría e intentan convencerla de su enfermedad. Todo vino de un desengaño amoroso, cuando su novio la abandonó para irse a la universidad.
Comer sofás
Está joven protagonista tiene 30 años, cinco hijos y se come los cojines del sofá de manera demasiado habitual. En los últimos años se ha comido ocho sofás y cinco sillas, si bien lo malo no es que destroce su mobiliario, sino que esta extraña costumbre está destrozando su sistema digestivo.
Arrancarse el pelo
Haley se arranca el pelo de forma compulsiva, algo que se conoce como tricotilomanía y que, por lo visto, es una adicción relativamente habitual (solamente en Estados Unidos siete millones de personas sufren este trastorno). Además, la joven Haley se come los folículos de su pelo, algo menos frecuente, y suele pasar unas dos o tres horas diarias en el baño dedicada a este quehacer.
Hablar con la almohada
Algunos se toman muy en serio lo de consultar las decisiones con la almohada: Tamara es una de esas personas. A los cuatro años empezó a llevar una almohada con ella, como Linus, el niño de Snoopy, lleva una manta. Lo lógico es que con el tiempo abandonara es hábito, pero no ha ocurrido así y ahora ella no puede vivir sin la “comodidad” que le da llevar la almohada a todas partes con quien habla, desayuna y hace lo que se tercie. De las 168 horas que tiene la semana, ella pasa 125 con su inseparable acompañante.
Chuparse el pulgar
No es dañina, pero es una adicción. Chuparse el pulgar es algo que se ve feo socialmente cuando una persona (personita) tiene cinco años. ¿Qué pasa entonces si vemos chuparse el dedo gordo compulsivamente a una joven de 24 años? Pues eso le sucede a Rhonda, quien no conseguía quitarse el vicio de chupar el pulgar de su mano mientras sostenía un trocito de manta que tenía cuando era niña. Chupaba su dedo desde que tenía 12 años (según cuenta ella), cuando sus padres se divorciaron. En el programa advirtieron de los riesgos que implica chuparse el dedo, teniendo en cuenta la cantidad de bacterias que hay en la mano. Finalmente, después de mucho esfuerzo, parece que ha dejado de hacerlo.
Muñecos
El problema de April Brucker no es dañino para la salud, pero representa un obstáculo a la hora de establecer vínculos afectivos con la gente. Allá donde va, un muñeco ventrílocuo la acompaña. Esta mujer que cuenta con la fuerza de José Luis Moreno y Mari Carmen juntos, trabaja ahora de ventrílocua (como no puede ser de otra manera). Su pasión la lleva a límites insospechados: va a todos lados con los títeres poniendo vocecillas y dejó a su prometido cuando éste le dijo que o se quedaba con él o con los siete muñecos.
Comer cristal
John naranja escribe fino, John rockabilly come cristal. Estas cosas yo las había oído en el circo, pero jamás pensé que alguien como John, un tipo que va a la moda, fuera capaz de comerse 100 vasos y 250 bombillas en los últimos cuatro años. Su prometida está preocupada por el extraño y arriesgado hábito de Johnny, pero a él, por el momento, le pierden los cristales.
Su disfraz
Lauren es una hermosa joven que, al parecer, habría preferido ser un animal. Así se explicaría su obsesión por llevar orejas de animal, garras de animal, cola de animal… por ir, en resumen, disfrazada de zorro a todas partes. Coincidiréis conmigo que, al margen de lo que la gente se pueda reír o no de ti, en invierno puede tener su encanto ir así de abrigada, pero en verano a ver quién es el valiente que le pide que se quite el disfraz para darle un abrazo.
Dormir con el secador
Es de las manías más raras y a la vez de las más peligrosas que hay en este Top 10. Lori Broady, que ya debe tener 32 años, dice que tiene que dormir con el secador encendido todas las noches. El instrumento en cuestión tiene que estar sobre su cama, aunque en la misma duerma su hija. La mujer se ha quemado varias veces, pero dice que el riesgo es “insignificante en comparación con la tranquilidad” que le da dormir con él. No hace falta ser muy avispado par averiguar que liga poco.
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