viernes, 11 de octubre de 2013

Increíble... pero cierto

La palabra fornicar deriva del latín fornice, que significa curvatura de un arco, ya que bajo las bóvedas de los puentes y callejones era donde se podían alquilar los servicios de las prostitutas romanas.







El vello corporal se considera tan obsceno en Japón que, incluso en las revistas eróticas, el del pubis se tapa siempre con un rectángulo negro.













En la Grecia clásica, para saber si una mujer era estéril o no, se colocaba un ojo en la vagina; y si al días siguiente le olía la boca a ajo, la mujer se consideraba fértil. De lo contrario, se creía que sus conductos vitales estaban cerrados.








Un 20% de los profesores norteamericanos de biología todavía cree que los hombres y los dinosaurios convivieron en la misma época, a pesar de que hubo entre ellos una separación de más de 60 millones de años.







Cada día mueren en nuestro cerebro más de 100.000 neuronas, que jamás se reponen. En una borrachera de alcohol se llegan a perder varios millones.










Las lagrimas de la felicidad no existen. Según algunos psicólogos, cuando lloramos de satisfacción, lo que hacemos realmente es descargar la tensión que hemos acumulado y contenido en los malos momentos. Cuando algo nos alegra, esa tensión se suelta de golpe en forma de llanto.







Casi la mitad de la población mundial tiene el grupo sanguíneo 0.














Un mensaje enviado por el cerebro a cualquier parte de nuestro organismo puede alcanzar los 290 kilómetros por hora.












Un grupo de investigadores del Positive Health Centre de Harley Street, en Londres, han descubierto que las mujeres con dotes de mando y superactivas poseen en la sangre una mayor cantidad de norepinefrina que las demás mujeres. Se trata de una hormona que convierte las situaciones de máxima tensión y estrés en momentos placenteros.



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