sábado, 16 de febrero de 2013

Personajes

Igor Stravinsky.


Estando en su casa, el compositor ruso recibió una llamada telefónica. «¿Igor Stravinsky?». «El mismo», respondió él. «Queremos que nos componga una polca». «¿Para quién?», quiso saber el músico. «Para elefantes». «¿Elefantes viejos?», inquirió Stravinsky. «Uy, no, no. Elefantes jóvenes», «En ese caso, si son muy jóvenes, no habrá problema», concluyó el artista. Una conversación real que, sin duda, podrían haber firmado los hermanos Marx.



Kiko Hernández.


El colaborador de «Sálvame» es un animal nocturno incapaz de hacer algo a derechas de buena mañana. En cierta ocasión, necesitaba una pieza de ropa y decidió poner una lavadora nada más levantarse. «Cogí el jabón en polvo en una mano y el Nesquik en la otra -recuerda divertido-, ¡y acabé haciendo la colada con chocolate!».




Diane Keaton.



Woody Allen trabajó con ella en varias ocasiones pero, tras romper su romance, todo fueron criticas. Tanto que llegó a decir de su ex: «En la vida real, Diane cree en Dios. Claro que también cree que la radio funciona porque hay personas diminutas dentro».






Harry S. Truman.



Tras su elección para el Senado de EEUU en 1934, un viejo amigo que había trabajado como juez del estado de Jackson le dio el siguiente consejo: «Harry, no llegues hasta allí con complejo de inferioridad. Los primeros seis meses te sentirás sorprendido de haber llegado hasta allí. Pero después de eso te sorprenderás de cómo habrán llegado hasta allí».



Bette Davis.



La diva de Hollywood se llevaba fatal con su colega Joan Crawford y no desperdiciaba ninguna oportunidad para ponerla en evidencia. En cierta ocasión, llegó a decir d ella: «Joan siempre está llorando. Debe de tener los conductos lacrimales conectados a la vejiga».





Thomas Henry Huxley.



Llegaba tarde a una conferencia, así que se subió a un carruaje y le gritó al conductor: «¡Todo lo deprisa que pueda!». Siguiendo las instrucciones al pie de la letra, el cochero fustigó al caballo y salieron disparados. Huxley le dijo entonces: «Pero oiga, ¿sabe usted dónde debo ir?». «No, señoría -respondió él, látigo en mano-, pero voy todo lo deprisa que puedo».



Carl Sandburg.



Asistía el poeta al ensayo de la obra de un joven dramaturgo y, minutos después del inicio, se quedó profundamente dormido. Cuando finalizó, el autor novel se dirigió a Sandburg y le recriminó: «¿Y cómo sabré ahora lo que piensa de mi trabajo?». «Dormir es una opinión», replicó el maestro.





Gotlieb Von Haeseler.



Estaba en la salas de espera de un tren con un enorme puro oloroso entre los dedos cuando entró otro pasajero en la sala. Molesto por el fuerte olor del cigarro del conde, sacó uno de los suyos y se le ofreció, diciéndole: «No hay nada mejor que fumarse uno de estos en buena compañía». Viendo que Von Haeseler se lo guardaba en su pitillera, el desconocido no pudo menos que preguntarle, extrañado: «¿Por qué no lo enciende?». «Esperaré, como usted bien dice, a encontrarme en buena compañía».



Paul Valery.



Viendo los desgarbado que era, una joven se le acercó por la calle y le dijo: «Su aspecto no hace pensar para nada que usted sea elegido por las musas». «Tiene usted toda la razón, señorita -replicó él, en tono misterioso- Es que yo soy de la poesía secreta».





Billy Wilder.




En cierta ocasión, alguien le preguntó al genial comediógrafo cómo quería morir y él, ingenioso y corrosivo como siempre, respondió: «A los 104 años, completamente sano y asesinado por un marido que me acabara de pillar "in fraganti" con su joven esposa».




Jacinto Benavente.



Llamó a su casa un hombre que trataba de venderle una edición de lujo de una de sus obras y, sin dejarlo hablar, el vendedor insistía: «No me negará usted que don Jacinto es uno de los escritores más famosos del mundo...». «No se lo niego», replicó el escritor. «Luego en su biblioteca debe estar esta edición de lujo que le dejo casi regalada. ¿No es aficionado al teatro? ¿No le gusta la lectura? -inquirió el desconocido-. No se preocupe, lea a Benavente y se aficionará. Eso es porque no ha leído ninguna de sus obras». «No, no las he leído -concluyó Benavente, para zanjar el tema-, me he contentado en escribirlas».

Ronald Reagan.




En 1964, fue rechazado como protagonista de una película llamada «The best man» porque, según el director del filme, «no tenía apariencia de presidente». ¡Menudo ojo clínico!

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