Inventos

La higiene sanitaria.

En 1840, el estudiante húngaro de Medicina Ignaz Semmelweiss observó que muchas parturientas fallecían en los hospitales aquejadas de unas fiebres que les trasmitían los propios médicos, que por entonces practicaban autopsias y ayudaban en partos sin ningún tipo de higiene entre un proceso y otro.

Semmelweiss propuso instalar lavabos en las salas de partos y que los doctores se lavasen con jabón o con cloro desinfectante antes de entrar a quirófano. Pero sus colegas se indignaron y le dieron la espalda. ¡Lavarse las manos! ¡Menuda mamarrachada! Sólo años después, tras demostrar Louis Pasteur la existencia de microbios y la asepsia como único remedio para evitar las infecciones, sus tesis se tomaron con la seriedad que requerían.

La tetera eléctrica.

La primera nació en Chicago (EEUU) en 1891 de la mano de la Carpenter Electric Company y tardaba 12 minutos en hervir el agua porque el recipiente en el que se colocaba el líquido estaba en un compartimento separado, y no inmerso en el agua, como en las teteras modernas. La llamaron «Aparato automático para hacer café» y fue el rey de los aparatos eléctricos hasta que, en 1922, Swan introdujo el tubo «calentador» en el agua, consiguiendo calentar todo el líquido en poco más de un minuto.

El Gore-Tex.

Este practiquísimo material lo ideó Robert Gore en 1972. Mientras trabajaba en el campo de las innovaciones con aislante para cables eléctricos, halló algo mucho mejor: la forma de confeccionar una tela que respirase (14.000 millones de poros por pulgada) y, al mismo tiempo, fuese repelente al agua.

El lápiz con goma.

A pesar de que los primeros lápices son del año 1770, hubo que esperar nada menos que dos siglos para que alguien inventara la goma de borrar (hasta entonces, los trazos erróneos se eliminaban con miga de pan). El 30 de marzo de 1958, Hymen Lipman formalizó la primera patente que incluía una pequeña goma en el extremo superior de los lápices y la vendió cuatro años después por la friolera de 100.000 dólares de la época.

El zoo.

En el año 1000 a.C., el emperador chino Wen Wang fundó el Jardín de la Inteligencia, un recinto cerrado de 600 hectáreas en el que disfrutaba de animales en cautividad. Pero no se socializó el acceso de espacios similares hasta que, en 1765, Viena abrió el primer zoológico moderno.

El vibrador ecológico.

Se llama «El Ángel de la Tierra». Empezó siendo un consolador dirigido al tercer mundo, donde las pilas son caras y difíciles de conseguir, y ha acabado siendo un «gadget» de moda entre los usuarios ecológicos porque funciona girando una manivela. Según sus fabricantes, cuatro minutos de manivela proporciona media hora de intenso y «verde» placer.

El metro.

El primero, el Metropolitan Railway, empezó a funcionar en Londres en 1863. Cubría 6 kilómetros y funcionaba con locomotora de vapor. En España, el metro se estrenó en Madrid en el año 1919. En la actualidad, es uno de los más extensos del mundo.

Calzoncillos para zurdos.

La marca británica HOM los promociona como «un paso hacía la igualdad de los zurdos», ya que llevan una abertura horizontal que permite a este colectivo ganar tres segundos indispensables cuando la necesidad aprieta. La clásica abertura vertical con acceso hacia el lado derecho existe en los calzoncillos desde hace 75 años.

El piloto automático.

Este elemento básico de la aviación actual surgió en 1912 de la prodigiosa mente de Lawrence Sperry, un joven sin formación académica pero con una enorme habilidad para la ingeniería que consiguió mantener la estabilidad y el control de los aviones sin necesidad de piloto. Ni éste ni otros inventos aéreos posteriores, como el tren de aterrizaje móvil, consiguieron salvarlo del accidente aéreo que le quitó la vida en 1923.

El cochecito de muñecas.

El primer coche de paseo para bebés de juguete lo creó Jack Odell en 1956 para que su hija pudiera llevar su muñeca preferida a la escuela. En la actualidad, se venden más de 100 millones anuales.