lunes, 3 de diciembre de 2012

Inventos

El Bidet.

Este término de origen francés, significa «pony», en referencia a la postura que se adopta al sentarse en él. Lo idearon fabricantes de muebles franceses a finales del siglo XVII, se colocaba en los dormitorios y los jinetes lo utilizaban para darse baños de asiento tras una dolorosa jornada a caballo. Este artilugio empezó a anunciarse comercialmente en París en 1739 y, como todavía no se había inventado el papel higiénico, se popularizó rápidamente. Años después, durante la Revolución Francesa, Napoleón lo convirtió en un elemento de refinamiento y le tenía tal apego al suyo, de color rojo, que se lo legó a su hijo en su testamento.


La botella de Tío Pepe





Con solo 23 años, Manuel María González empezó su negocio de vinos de Jerez y su tío Pepe le dio tan buenos consejos que le puso su nombre a su mejor caldo. Para celebrar el centenario de la bodega, en 1935, el publicista Lluis Pérez Solero «humanizó» la botella dándole el aspecto de un cantaor de flamenco.




El mango de ducha



Fue idea de Philippe Grohe, quién, en 1901 abrió una pequeña fábrica de objetos metálicos en la ciudad alemana de Schiltach, un lugar en plena selva donde menos de 10% de los hogares tenían baño. En 1958, incluyó en su catálogo una ducha ajustable y otra con múltiples chorros, vinculando para siempre el baño al placer.



El Cinexin
Aunque en España se hizo popular en los años 80, lo cierto es que la primera versión existía en Estados Unidos desde los 60. Eso sí, era bastante complicada para los niños, ya que ellos mismos debían colocar la cinta de la película (una bobina como la de los cines) en el proyector, por lo que decidieron colocar dicha cinta en un cartucho similar a un vídeo VHS. Para verla, bastaba con colocar la película en su soporte y mover la manivela mientras ésta se proyectaba sobre la pared. Era cine mudo y ninguna película duraba más de un minuto, pero triunfó. Y mucho.

Las Pineberry.

Esta curiosa baya, una fresa con sabor a piña, se pone de color blanco y con las semillas rojas cuando está madura. Se trata de la variedad de fresa más antigua del mundo traída de Chile a Francia hacia el año 1700. Por aquel entonces, las fresas eran blancas en Sudamérica y rojas en la zona norte del continente y alguien decidió cruzar ambas especies obteniendo así la «Fragaria ananassa», la «madre» de las actuales fresas. Se creía que las fresa blanca, con un aroma que recordaba la piña tropical, ya estaba extinguida, pero hace unos años se encontraron unas matas en Francia que han servido para que esta variedad vuelva al mercado.


La Mousse de Chocolate

En Astorga, León (España) existía, en el año 1810, un maestro chocolatero llamado Manuel Cordero, célebre entre los canónigos de la catedral por su «espuma de chocolate». En abril de ese mismo año, el ejército francés rodeaba la muralla de la ciudad, con el mismísimo emperador al frente. El Cocinero Mayor del Ejército , sabedor de las buenas artes de Cordero, le pidió que preparase su famosa espuma y tanto le agradó al emperador que se llevó a Cordero a tierras galas y allí hizo famoso su exquisito postre.

Los lunares postizos.

Ya en época del rey Enrique IV de Francia, se valoraban tan positivamente los lunares que las señoras que no los tenían, se colocaban postizos hechos de papel de seda o papel engomado. Aunque el verdadero auge de este elemento estético vino tras una epidemia de viruela en el siglo XVII, que dejó imborrables cicatrices en los rostros de muchas damas europeas y que ellas decidieron tapar con ingenio: lunares postizos con forma de estrellas, soles, corazones, medias lunas e, incluso, de animalitos. Ya en el siglo XIX, comenzó otra moda: el lenguaje secreto de los lunares. Junto a los labios indicaba que la dama aceptaba el flirteo del caballero que se lo había propuesto.

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