
La Luna, que conocía la pena de Ágil, le digo: -Ayer vi a Flor que lloraba amargamente, pues la van a casar con alguien a quien no quiere. Desesperada pedía al dios Tupá que le quitara la vida para liberarla de aquella boda. Tupá oyó su súplica, pero no la mató sino que la convirtió en flor. Esto último me lo contó mi amigo el Viento.
-Dime, Luna, ¿en que clase de flor ha sido convertida mi amada? -preguntó Ágil
-¡Ay, amigo, eso no lo se yo ni el Viento!
-¡Tupá, Tupá! -gimió Ágil-. Yo sé que en los pétalos de Flor reconoceré el sabor de sus besos. Ayúdame a encontrarla, tu que todo lo puedes.
Y el cuerpo de Ágil, ante el asombro de la luna, fue disminuyendo hasta convertirse en un pequeño y delicado pajarito: era un colibrí.
Desde entonces, el novio triste pasa sus días buscando ávida y rápidamente los labios de sus amada en los pétalos de las flores. Y cuenta la leyenda que aún la sigue buscando.
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